viernes, 9 de noviembre de 2012


ORDEN Y AMOR EN LAS RELACIONES DE PAREJA.

¿De qué dependen la felicidad y la sensación de plenitud en toda relación de pareja? “Del amor "- por supuesto. Bien, pero incluso contando con este amor (independientemente de lo que cada uno pueda entender bajo este concepto), una y otra vez existen relaciones que fracasan. 

En la vida cotidiana de las parejas proliferan roces y luchas de poder, heridas y desilusiones. Finalmente lo dejan; por lo visto no se trataba de la pareja ideal. ¿Será el próximo el hombre de sus sueños? ¿Vendrá la felicidad con la próxima mujer?

Obviamente, el amor sólo no es suficiente. Naturalmente se necesitan, además, los buenos detalles. Se trata de ser abierto y sincero, de cuidar el hábito de la conversación, de enfrentar juntamente los conflictos, etc. 

¿Pero aún hay algo más? ¿Qué se puede opinar de alguien que en relación con el amor pronuncia también la palabra orden?

Un antagonista del amor parece ser el orden. El orden en el amor - ¿no es ésta una contradicción evidente? ¿No es el orden más bien un estorbo para el amor? ¿No se intenta, mediante el orden, encasillar a los sentimientos? ¿Es correcto construir diques ordenados para poder resistir la marea de los sentimientos?

Pensar en conceptos opuestos como correcto y falso, sin embargo, no lleva muy lejos. La vida es un movimiento dinámico entre polos opuestos y entre contrastes. La verdad nunca puede encontrarse exclusivamente en un lado. Ambos polos y otros tantos más son verdaderos. El que únicamente mira un lado, excluyendo el otro, acaba siendo ideológico, independientemente de la fachada que encubra esta ideología. Si hasta ahora en la propia vida prevalecía un polo determinado, se recomienda, como contrapeso, tener en cuenta también el otro.

Si el orden pudiera servir de contraste válido para el amor, ¿de qué tipo de orden se está hablando? Seguramente no de aquél que, en caso extremo, obligaba a nuestros antepasados a seguir viviendo el uno al lado del otro, incluso sin amor, simplemente porque la sociedad y su orden así lo exigían. Ese orden antiguo está cayendo en pedazos. Basta con mirar las relaciones a nuestro alrededor: reina la confusión bajo muchas formas, y la estabilidad se encuentra cada vez menos. Y nosotros, los hijos de este caos, vivimos en medio de esta inseguridad, recibimos heridas y se las causamos a otros, continuando nuestros experimentos sin cesar.

¿Cómo puede lograrse el amor? Tales órdenes. ¿No podrían ser también fantasmagorías o el resultado de una visión conservadora del mundo? ¿No se trata, quizás, de alguien que infla su ideología para presentarla como verdad y doctrina, imponiéndola con la fuerza de su personalidad?

Este orden nos determina mucho más de lo que conscientemente sabemos. Por su gran importancia quisiera repetir este punto: ¡Este orden no es ninguna base ideológica! Exige, en cada caso concreto, una comprobación basada en las reacciones de los participantes. Así pues, mediante este trabajo, una y otra vez se logra traer a la luz lo oculto y hacer visibles las causas de determinados conflictos. La realidad aceptada es liberadora, disuelve las implicaciones en viejas ilusiones y abre el paso a la reconciliación. De esta manera, la perspectiva se amplía y, con ella, también la responsabilidad.

A la larga, una relación únicamente puede ir bien si en ella existe un equilibrio entre dar y tomar. Siempre que sólo es una parte la que da, se crean un desequilibrio y una tensión que nos apremian a buscar la compensación. En cuanto el otro devuelve algo, la tensión puede cesar. Si éste último da un poco más de lo que recibió, se mantiene una tensión buena en la relación.
            "La felicidad en una relación depende de la medida en que se toma y se da. Un movimiento reducido sólo trae ganancias reducidas. Cuanto más extenso sea el intercambio, tanto más profunda será la felicidad”. Sin embargo, existe una gran desventaja: la vinculación resulta aún más fuerte. “El que quiera la libertad, tan sólo puede dar y tomar muy poco y tan sólo puede permitir un intercambio muy reducido entre ambas partes."

            Aquellas relaciones en las que únicamente uno da, mientras que el otro tan sólo toma, corren el peligro de fracasar. En algún momento, uno de los dos ya no soporta el desequilibrio - ¡y puede ser muy bien aquél que recibió demasiado! - y se va.

Lo que vale para la compensación del bien, también es válido para la compensación del mal. En cuanto uno comete una injusticia con el otro, hiriéndolo, se desarrolla la misma necesidad de compensación. El autor debería ofrecer un sacrificio o algún tipo de satisfacción que aproximadamente corresponda a lo que hizo; así favorece la relación. También es correcto exigir la compensación. Para la compensación del mal resulta especialmente provechoso exigir algo menos que el otro hizo.

El que se considera demasiado noble para exigir la compensación, por ejemplo perdonando generosamente, daña la relación, ya que no resuelve la necesidad de compensación de una manera humanamente comprensible. Todo lo contrario, aún agrava el desequilibrio, ya que, por una parte, él es la víctima, se pone por encima del otro, perdonándole. Esta es una de las razones por las que Hellinger dice: Muchas veces, el que parece ser el bueno, en realidad es el malo.

¿Cómo puede darse la vinculación? La sexualidad unida al amor vincula. En cuanto dos personas hacen el amor - con amor -, se crea un vínculo, independientemente de si lo quieren o no, de si tenga sentido, corresponda, sea social mente aceptable, o no.

Este vínculo tiende a una unión duradera. Si uno quiere el matrimonio, pero el otro se niega, esta negación se vive como una herida que puede llevar al fracaso de la relación.
El que muchas veces se separa, poco a poco pierde la fuerte vinculación original con una pareja. Sin embargo, hay que distinguir claramente entre vínculo y amor.

Una y otra vez el amor fracasa. Unas parejas se separan, nuevas parejas se encuentran. ¿Cómo podemos enfrentar este hecho?

            "En la mayoría de los casos se acaba sin que ninguno de los dos tenga la culpa. Se termina porque cada uno, a su manera, está implicado, o porque uno se encuentra en otro camino o se ve llevado hacia otro camino. Quien, por lo contrario intenta determinar culpas, tiene la imagen o la ilusión de poder hacer algo, o que él o el otro simplemente tendrían que cambiar su comportamiento para que todo se arreglara. En vez de darse cuenta del alcance y de la profundidad de la situación, la atención se centra en las supuestas culpas y los reproches mutuos. La solución consiste en que ambos se entreguen a su dolor, a esa aflicción profunda porque todo ha pasado. .... En una separación, la cólera muchas veces sustituye el dolor de la aflicción."




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